El azar es todo,
menos azar…
mi paso por Okinawa

El azar es todo,
menos azar…
mi paso por Okinawa

Hay lugares a los que se llega más por accidente que por un propósito concreto. Este fue el caso de mi visita a Okinawa. Un feliz accidente que me dejó importantes aprendizajes, cambio de percepciones y, sobre todo, una mayor comprensión de las realidades humanas que, en la forma, pueden ser diferentes, pero en su fondo son las mismas en todos lados. De esto hablaré más adelante.

Okinawa es más conocida por sus extensas playas y haber sido escenario de la Segunda Guerra Mundial, que por haber dado origen al concepto filosófico “Ikigai”, un término en japonés que nació en Okinawa, se popularizó en Japón y se remonta al período Heian (794-1185).

Ikigai significa «el propósito de vivir» o «la razón de ser». Es la intersección de cuatro elementos fundamentales: lo que amas, lo que el mundo necesita, lo que eres bueno y lo que te pagan por hacer. Es en esta intersección de rutas que el ser humano puede encontrar un mayor bienestar y sostener la tan esquiva felicidad de ser.

También fue en Okinawa donde se dio origen al Karate durante el periodo de la Dinastía Ryukyu (1429 – 1879). Se desarrolló como una forma de defensa personal y combate desarmado, principalmente debido a la prohibición del uso de armas en el reino.

Okinawa es una prefectura japonesa que abarca más de 150 islas en el Mar de China Oriental, entre Taiwán y Japón continental.

A la práctica del karate se le denomina como “el camino de la mano vacía".

Los principios filosóficos del Karate, como el respeto, la humildad, el dominio de uno mismo y la búsqueda constante del mejoramiento personal, son tan fundamentales como las técnicas de base de este milenario arte marcial.

Además de la sabiduría del Ikigai y del esfuerzo y la disciplina del Karate que bien se ilustraron en las películas del Karate Kid y las lecciones de su maestro Miyagi; también en Okinawa, hay una sabiduría más serena y casi imperceptible entre los envejecientes de este lado del mundo.

¿Aún viven?

La isla de Okinawa, ha sido objeto de estudios científicos por su alta proporción de centenarios, y recientemente ha sido destacada como una de las Zonas Azules del mundo, junto a Icaria (Grecia), Cerdeña (Italia), Loma Linda (California, EEUU), y la Península de Nicoya (Costa Rica).

Sin embargo, a mi paso por Okinawa entre mayo 21-24 de 2025, no pude ver claramente en la Isla, esa maravillosa Zona Azul de la que habla Dan Buettner en su documental de Netflix “Vivir 100 años: Los secretos de las zonas azules”.

Entendiendo que obedece más a un concepto que a un territorio en sí, recorrí la Isla de Okinawa durante dos días seguidos de norte a sur, buscando a sus centenarios…Pero la verdad sea dicha, la misión se dio sin mayor éxito.

En medio de lluvias torrenciales y un recorrido en bus con paradas incomprensibles por estar todas en japonés, un idioma que no hablo, llegamos al Poblado de Ōgimi, donde nos dijeron que vivían los envejecientes centenarios en casas, de las cuales, casi ni salen, debido a las débiles condiciones de sus cuerpos.

Los funcionarios del departamento de salud del distrito no nos dieron claridad sobre si estos residentes de Ōgimi eran mayores de 100 años, pero, nos dijeron que en caso de querer verlos había que hacer citas con una semana de anticipación. Dispuesta a seguir con la búsqueda, al día siguiente, redireccionamos la brújula hacia Nakijin, otro poblado cerca de Ōgimi.

Es así como fue en Nakijin donde vimos una envejeciente esperando el cambio de un semáforo. ¿Hacia dónde iba? ¿Por qué estaba sola? ¿Cuántos años tendría? Todas estas preguntas empezaron a galopar en mi mente, mientras “Tila” originaria de Okinawa, estudiante de periodismo, nuestra traductora, conductora, guía y cómplice de aventura, habló con “la caminante de Nakijin”, nuestro eslabón perdido.

Tras un par de minutos de conversación entre Tila y “la caminante de Nakijin” decidimos seguirla hacia su destino final: el Centro de Comunidad de Shashi. Allí, la caminante se daría cita con otros envejecientes para su encuentro semanal de Karaoke. Si. Karaoke. Una actividad donde los miembros de esta comunidad entre los 70 y los 90 años se reúnen no para vivir sus cinco minutos de fama, sino para cantar por horas canciones románticas en idioma Okinawés que los retorna a su juventud, los aleja de la soledad, los hace reírse de sí mismos mientras comparten dulces, camarones fritos y te.

Fue también aquí en este centro, donde uno de sus miembros nos contó de los estudios que se habían realizado sobre los centenarios, más de una década atrás, y nos compartió sobre el fallecimiento de muchos de ellos, por causa del COVID durante la pandemia.

Lo que me enseñaron los envejecientes de Okimawa

Cuando les pregunté sobre esas tres cosas que los hacía sentir felices, esto fue lo que respondieron:

  • La vida en comunidad es esencial para mí. Me divierto y me pone feliz ver a mis amigos cada semana.
  • El Karaoke es mi momento de alegría.
  • Mis creencias en Buda me ayudan a cultivar la paz y la felicidad.
  • Orar a mis ancestros me hace sentir bendecida y acompañada.
  • Trabajar el mayor tiempo que me sea posible.
  • Estar cerca de mi familia y ver a mis nietos.
  • Levantarme en las mañanas y preparar sopa de Miso para el desayuno de mi esposo y mi hijo.

Cambio de percepciones

  • No fue en Shashi donde encontramos a los centenarios pero encontramos el amor y el respeto por la vejez en cualquiera de sus edades.
  • Al viajar, la flexibilidad y el estar abiertos a encontrar un resultado diferente al esperado es aún mejor que el plan que se tenía previsto.
  • Compartir con otros sin importar las barreras del idioma nos acerca de corazón.
  • Reír es un mismo idioma en todos lados.
  • En Okinawa lo esencial es invisible a los ojos. Lo más hermoso de la identidad duerme. Espero que las nuevas generaciones redescubran su tesoro ancestral.

Larga vida para los cantantes de karaoke del Centro Comunal Shashi en Nakijin, Okinawa.

Esta parada fue inspirada por la Dra. Pooja Patel, quien en sus estudios de maestría en Salud Pública aprendió sobre las Zonas Azules en el mundo. Fue debido a su curiosidad que llegué a Okinawa.

Este recorrido por Okinawa fue posible gracias a la generosa guía de “Tila” estudiante de Periodismo en Okinawa, quien no reparó en tiempo hasta que diéramos con los envejecientes de Nakijin en el distrito de Kunigami, Okinawa.

Hay una fuerza imperante y superior que mueve a los viajeros. Viajar es un gran acto de valentía pero también de obstinación. Nada es más vulnerable y fascinante que caminar por calles desconocidas, y nada es más mágico que sentir que es el mismo universo el que te ayuda y te impulsa hacia lo que buscas.

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