
Por: Miguel Gutierrez @mirringuin
Juan Marín @juancmarin
En el tejido invisible de la cultura popular colombiana hay melodías que nos persiguen como ecos de infancia, jingles que tarareamos sin pensar y atmósferas musicales que nos transportan a tiempos específicos. Muchas de esas notas llevan la firma sutil pero inconfundible de Miguel De Narváez, un compositor, estratega y productor musical cuya obra ha resonado desde los hogares hasta las campañas publicitarias, siempre con la sensibilidad de quien escucha antes de crear.
Nacido en 1965, Miguel creció en un hogar bogotano donde la música y la cultura eran tan naturales como el aire. Su madre, Lucía Casabianca, estudió piano en Boston y llenó la casa con los ecos de Beethoven, Schumann y Vivaldi. Su padre, Ignacio de Narváez, guitarrista autodidacta, emprendedor agropecuario y economista, aportaba la otra mitad del universo sonoro: tríos, son cubano y música andina. Juntos grabaron un disco de música infantil, con guitarra y voz, que se convirtió en un clásico del género.
Esa educación sensorial y afectiva moldeó su sensibilidad artística. Desde niño, se nutría de boleros, música clásica, son cubano, rock británico y canciones populares. Aprendió que la música no es solo técnica, sino también emoción, memoria y conexión.
Las tardes en la calle 77 con carrera 11, en Bogotá, eran un desfile de músicos, escritores y artistas: Leonor González Mina, Eduardo Cabas, Armando Velásquez, entre otros. Miguel, aún niño, observaba desde la puerta, absorbiendo el espíritu creativo que flotaba en el ambiente.
Aquí tenemos una lista de música que Miguel ha querido compartir con nosotros:
A los 16 años, Miguel fundó una miniteca con equipos prestados y cheques simbólicos que le dio su tío. Aprendió a negociar, cumplir contratos, organizar eventos y, sobre todo, a leer al público. “Había fiestas que no prendían por más que pusieras los éxitos del momento; lo que fallaba era no entender a la gente”, recuerda.
Estas experiencias le enseñaron a leer el estado de ánimo del público con la misma precisión con la que se interpreta una partitura. En una ocasión, un cliente le pidió repetir “Gitana” de Willie Colón durante muchas horas consecutivas. En otra, tuvo que reactivar una fiesta que se había apagado tras la presentación de mariachis.
Estas anécdotas ilustran no solo su agudeza sensorial, sino también su comprensión profunda del poder emocional del sonido. Aprendió a interpretar los silencios, a encender y apagar energías colectivas con su selección musical.
Tras ser expulsado del colegio San Carlos y enfrentar una difícil situación familiar debido a una delicada operación de su padre en Houston, Miguel experimentó años decisivos en su formación personal. Se graduó en el colegio Rochester, donde formó su primera banda de rock, ‘Prisoner’.
Aunque inició estudios profesionales en el CESA, pronto descubrió que la administración no era su camino. Decidió entonces inscribirse en el Politécnico Grancolombiano para estudiar publicidad y mercadeo, decisión que generó tensión con su familia. Su padre, decepcionado, dejó de hablarle durante días. Pero Miguel estaba convencido de haber encontrado su vocación.
Su entrada al mundo publicitario ocurrió por una casualidad reveladora: mientras tocaba el piano en una fiesta de la agencia Toro, el creativo Beto Rueda le pidió una maqueta para la campaña “Deporte es Vida”. Fue su primer jingle, grabado con excelente sonido y voces profesionales. Ese proyecto marcó un antes y un después, pero el verdadero inicio de su carrera se dio gracias a Christian Toro, quien le ofreció su primer trabajo en el departamento de Radio y Televisión de Publicidad Toro. Por el jingle recibió solo la mitad del pago habitual —una cantidad que, sin embargo, equivalía a más de un año de salario convencional— y ese fue su punto de no retorno. “Esto es lo mío”, pensó, y empezó a insistir en agencias de publicidad hasta abrirse camino.
Desde entonces, sus composiciones se multiplicaron: jingles para televisión, campañas sociales, piezas institucionales. Miguel transformó su capacidad de escucha y su bagaje musical en herramientas para traducir emociones colectivas a un lenguaje sonoro eficaz y profundo.
Más que un creador de jingles, Miguel se consolidó como un pensador del sonido. Su ética de trabajo, basada en el respeto por el mensaje y el oyente, lo convirtió en un referente artístico. Con más de 2.600 piezas compuestas para medios y campañas sociales, es hoy uno de los compositores publicitarios más relevantes del país.
Miguel fue pieza clave en la revolución del prime time televisivo en Colombia. Programas como Yo Me Llamo, La Voz, A Otro Nivel y La Pista rompieron récords de audiencia y profesionalizaron la industria musical televisiva. Con un enfoque casi pedagógico, dirigido a imitadores, orquestas y productores, elevando la calidad sonora de estos espacios y abriendo oportunidades a músicos de todo el país. Parte de este logro lo atribuye a la confianza que en él depositaron Juan Esteban Sampedro y Graciela Aguilera.
En 2023, Miguel De Narváez lideró uno de los proyectos sonoros más ambiciosos e innovadores de la historia reciente de la publicidad colombiana: la interpretación del Himno Nacional de Colombia a través de los sonidos de la biodiversidad. Lejos de ser un experimento musical más, esta creación sintetizó décadas de experiencia, sensibilidad artística, rigor técnico y amor profundo por el país.
La propuesta surgió de la agencia McCann Erickson, junto a SURA, con una pregunta desafiante: ¿Se puede interpretar el Himno Nacional solo con sonidos de la naturaleza colombiana? Miguel, que vive rodeado de campo, ríos y viento, aceptó sin saber cómo lograrlo, pero con la convicción de que era posible.
Las limitaciones eran múltiples: el Himno no puede cambiar de compás, tonalidad ni estructura melódica. Y cada sonido de ave, viento o agua debía afinarse perfectamente a la partitura original. Fue necesario grabar más de 700 sonidos en cuatro ecosistemas —Llanos, Piedemonte, Páramos y la Sierra Nevada— para seleccionar apenas 41 que coincidieran exactamente con las notas necesarias.
Este no fue un proyecto más de audio comercial. Fue una colaboración entre creativos, ingenieros de sonido, ornitólogos, biólogos y productores. Grabaron ranas, jaguares, ballenas, quebradas, búhos y pájaros de altísima precisión. El Instituto Humboldt negó el acceso a sus archivos por motivos de derechos, lo que obligó al equipo a construir su propia biblioteca sonora desde cero, elevando aún más el valor del trabajo realizado.
Lo que parecía inalcanzable, se convirtió en un fenómeno internacional. NPR (la radio pública de EE.UU.), Naciones Unidas, y medios de toda América Latina destacaron el proyecto. La pieza fue aplaudida por la comunidad científica y el mundo publicitario como una obra sin precedentes. Y lo más significativo: SURA liberó los derechos de uso, permitiendo que cualquier colegio o institución pudiera usar la obra sin restricciones.
Para Miguel, esta obra resume su historia: la mezcla de lo emocional con lo técnico, de lo nacional con lo íntimo. Reunió todo lo que ha defendido a lo largo de su carrera: el trabajo en equipo, la ética, la innovación con propósito y la sensibilidad por la vida.
Además de compositor, Miguel es docente, mentor y creador de proyectos educativos como School of Rock en Colombia, una red de escuelas de formación musical para niños y adultos. También fundó la empresa Sonido Interno, que diseña experiencias de mercadeo auditivo en más de 800 establecimientos. Y a través de Chimiki Publishing, protege los derechos de autor de su vasta obra y la de otros artistas.
Más allá del éxito comercial, la obra de Miguel De Narváez ha capturado momentos clave de transformación en el país. Su música ha acompañado campañas de conciencia social, promovido valores y narrado historias institucionales. Cada pieza es un fragmento del relato colectivo de una nación en constante búsqueda de sí misma.
Miguel es heredero de una tradición que entiende el arte como un espacio de encuentro. Su capacidad para evocar, con guitarra o teclado, la alegría de una infancia compartida, la nostalgia de una época o la fuerza de una identidad cultural ha sido clave en su permanencia.
La historia de Miguel De Narváez es la historia de una escucha atenta, de un oído afinado no solo para la música, sino para el alma colectiva. Es también una invitación a sintonizar los detalles sonoros de nuestra vida cotidiana y reconocer en cada jingle, en cada acorde, una historia por contar.
Encuentra a Miguel en Instagram: @migueldenarvaezofficial
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