Discos, goles
y platos

Discos, goles y platos

Por: Miguel Gutierrez @mirringuin
Juan Marín @juancmarin

Mauricio Silva Guzmán es, sin lugar a dudas, una de las figuras más interesantes del periodismo en Colombia. Su vida ha estado marcada por una profunda inmersión en tres grandes pasiones: la música, el deporte y la gastronomía. En una extensa conversación con El Mohán, nos abre una ventana a su mundo personal. Silva nos guía a través de sus vivencias, recuerdos y detalles íntimos, permitiéndonos comprender mejor cómo ha forjado su vida, su carrera y su obra periodística-literaria que hoy llega a diez libros y un documental.

Una infancia musical

La influencia musical de Mauricio comienza en un hogar bogotano donde los discos eran mucho más que un simple fondo sonoro; eran una forma de vida. Desde su niñez, en una casa promedio del barrio San Luis (en Chapinero), creció rodeado de melodías que considera esenciales en su formación emocional e intelectual. Su abuelo paterno, Felipe Silva Jiménez, un apasionado de la ópera –que vivía a pocas cuadras de su casa, en el barrio Divino Salvador–, lideraba la musicalidad del hogar. Mauricio recuerda cómo su abuelo le contó haber asistido a diferentes títulos operáticos que llegaron a Bogotá en los años 30 y 40, cuando compañías internacionales presentaban montajes de gran calidad. En esos tiempos, Bogotá recibía con frecuencia a figuras legendarias de la ópera mundial y Felipe no se perdía ninguna de estas presentaciones. Luego, compraba los discos y así fue como, poco a poco, logró armar una selecta discoteca que Mauricio disfrutó.

Este entorno familiar consolidó su vínculo temprano con la música clásica. La ópera y sus grandes compositores –como Verdi, Donizetti, Mozart y Puccini–, formaron parte de su paisaje emocional desde la infancia. Su padre, Jaime Silva, también heredó de joven esa afición y con paciencia se la transmitió a su hijo menor, Mauricio: “Tanto mi abuelo como mi taita me mostraron la grandeza de la ópera y, particularmente, de Puccini. Hoy, a mis 56 años, no considero que nada me suene mejor que Giacomo Puccini. ¡Mi genio personal!”, afirma con convicción durante nuestra conversación, evocando, además, cómo su abuelo identificaba, a ojo cerrado, cualquier pieza de ópera que sonara en casa, un gesto que dejó una huella imborrable en él.

Mi papá me enseñó a Haydn, a Mozart, a Beethoven, a Liszt, a Chopin, a Wagner, entre tantos otros, asunto que le agradeceré toda mi vida, pero fue mi tío Ricardo, un loco divino, quien me introdujo en el jazz y la música tropical del Caribe."

No obstante, la influencia musical en su vida no se limitó a la música clásica. “Mi papá me enseñó a Haydn, a Mozart, a Beethoven, a Liszt, a Chopin, a Wagner, entre tantos otros, asunto que le agradeceré toda mi vida, pero fue mi tío Ricardo, un loco divino, quien me introdujo en el jazz y la música tropical del Caribe”. Gracias a él, Mauricio se sumergió en el mundo de Agustín Lara, Benny Moré, Roberto Ledesma, Lucho Bermúdez, Pacho Galán y las big bands venezolanas que florecieron en los años 60 y 70, Los Melódicos y la Billo’s. Estos ritmos caribeños y tropicales marcaron una etapa esencial en su vida, pasando, sin líos, del amor a la música clásica al aprecio por el bolero, el porro y la salsa.

Aquí puedes escuchar una playlist que Mauricio quiso compartir con nosotros:

Silva recuerda con especial cariño las fiestas familiares en su casa, donde la música no era un simple acompañante, sino el corazón de la actividad social. En estas reuniones, el tío Ricardo hacía sonar los ritmos vibrantes de la música tropical. Y todos a bailar. Fue en este ambiente, y en las fiestas de las casas de su barrio, donde comenzó a escuchar las campanadas de la salsa, una pasión que lo llevó a convertirse en un fiel seguidor de artistas colombianos como Fruko y sus Tesos. Estas experiencias hicieron que la música tropical, además de la clásica, se entrelazara con la banda sonora de su niñez, adolescencia y juventud que, hasta hoy, siguen presentes en su vida.


Si bien Silva –así, solo con su apellido, como también se le conoce– se destaca por su trabajo periodístico en diversas áreas, los proyectos que mejor reflejan su pasión por la música y su habilidad para contar historias de grandes personajes son sus libros sobre la vida del cantautor cartagenero Álvaro José “El Joe” Arroyo: El Centurión de la Noche (2008) y ¿Quién mató al Joe? (2012), dos vibrantes relatos biográficos, el primero sobre la vida del icónico músico cartagenero, y el segundo, sobre la muerte de esta figura, probablemente la más influyente de la música tropical colombiana. Silva, en estos dos textos, no solo capturó la esencia de un artista genial azotado por la drogadicción, sino también el espíritu de una época macerada por la salsa y la música caribeña en Colombia.


Con un relato minucioso y repleto de anécdotas, Silva –que habló con más de 100 personas para su elaboración– exploró la carrera de Arroyo, sus luchas personales y su impacto en la música popular colombiana. El Centurión de la Noche se ha convertido en un referente para quienes desean entender no solo la vida de Joe Arroyo, sino también el papel que la salsa jugó en la construcción de la identidad cultural del pueblo colombiano.


Sin embargo, el gusto musical de Silva no se limitó a la música tropical y clásica. En su adolescencia, también fue arrastrado por una ola roquera que lo marcó profundamente. Su hermano Jaime, un autodidacta con inclinaciones artísticas hacia la pintura, lo introdujo, a sus 12 años, a las grandes bandas del rock. Compartiendo cuarto y tardes interminables en tiendas de discos de Bogotá, los hermanos Silva exploraron juntos el universo del género, devorando, en principio, los álbumes de dos bandas icónicas The Beatles y The Rolling Stones, hasta llegar a The Who, Led Zeppelin, The Cream, Jimi Hendrix, The Clash y Pink Floyd. Mauricio recuerda con especial claridad el momento en el que escuchó por primera vez The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd: “Ahí totió la crispeta”, dice, recordando ese momento como una experiencia casi mística que lo dejó maravillado y que cambió su relación con la música para siempre. Para él, ese álbum no solo era una obra maestra musical, sino una revelación de que la música podía ser algo mucho más profundo y conceptual para su propia vida. “Ahí entendí que la música iba a ser un bello y definitivo motor de mi vida. Esa otra cosa que faltaba”.

El Fútbol, un vehículo para narrar la realidad

Aunque su vínculo con la música es innegable, fue en el periodismo deportivo donde Mauricio encontró su verdadera vocación… y su mayor reconocimiento. La música seguía formando parte de su vida diaria, pero el fútbol, que adora, se convirtió en su principal herramienta para contar historias. Silva –que también fue llevado por su padre a ver a Millonarios desde niño– reconoce que, más allá de los goles, los equipos y las tácticas, el fútbol no solo es un reflejo de la sociedad sino una narrativa viva donde los personajes, las emociones y las pasiones humanas se entrelazan con resultados sorprendentes. “Aparte de ser un juego precioso, es una estupenda metáfora de la vida. Por eso es parte fundamental de la vida de la gente de nuestros tiempos”, dice.

El fútbol, el ciclismo y el deporte en general son vehículos perfectos para entender más nuestra historia, para entendernos."

Su carrera como periodista deportivo le ha permitido narrar la historia de Colombia desde una perspectiva única, usando el deporte como hilo conductor para explorar la identidad nacional y su papel en la cultura popular. “El fútbol, el ciclismo y el deporte en general son vehículos perfectos para entender más nuestra historia, para entendernos”, afirma Silva durante la entrevista, subrayando que su enfoque siempre pasó de los análisis técnicos a los relatos más humanos y emotivos. De hecho, su pluma ha sabido narrar, interpretar y retratar, con paciencia y filigrana, las grandes gestas del deporte colombiano.

Silva ha perfilado a figuras icónicas del deporte –y varios de la cultura y la actualidad colombiana, incluido el presidente Petro a quien retrató certeramente hace dos años para la revista BOCAS–, siempre con el objetivo de ir más allá de los titulares para explorar en la condición humana desde un anecdotario extraordinario: “voy por los hechos. Siempre por los increíbles hechos que les han sucedido a nuestros personajes”, dice.

A parte de sus libros de ciclismo La leyenda de los escarabajos (2017) –que reúne los 100 grandes momentos del ciclismo en Colombia y que fue reeditado y actualizado a 111 momentos (2019)–; y del libro Egan, el campeón predestinado (2019) –que narra la vida y obra del joven campeón del Tour de Francia 2019, Egan Bernal–, el ejemplo más destacado de su pasión por la gesta deportiva es su trilogía Enséñame a ser héroe 1 (2014), Enséñame a ser héroe 2 (2016) y Enséñame a ser héroe 3 (2020) –considerada la obra periodística más importante del deporte en Colombia–, en la que entrevistó a los 37 más grandes deportistas colombianos de la historia, entre quienes destacan Pambelé, Mariana Pajón, Cochise, Juan Pablo Montoya, El Pibe, Nairo, Edgar Rentería, James, Rigo, Falcao, Catherine Ibargüen, Willington Ortiz y María Isabel Urrutia, entre otros.

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El mejor equipo del mundo

Otro punto alto de su capacidad para transformar el fútbol en una narrativa humana es el documental El Mejor Equipo del Mundo (2024), basado en su exitoso libro homónimo, publicado en 2023. En este proyecto audiovisual, Silva, junto con Yesid Ricardo Vásquez, no solo documentó el fantástico e irrepetible momento del club de sus amores Millonarios –entre 1.949 y 1.953, cuando, en efecto, fue considerado el mejor del mundo–, sino que también exploró el impacto que este deporte tuvo en las vidas de sus jugadores (leyendas como Di Stéfano, Pedernera, Rossi, Cozzi, Pini, entre otros) y en la vida de los bogotanos y colombianos. En su opinión, el fútbol no solo en Colombia sino en el mundo entero “no es simplemente un deporte: es una manifestación cultural que atraviesa todas las capas de la sociedad y, por lo tanto, merece ser contado desde una perspectiva mucho más emocional”.

El documental completo se puede ver ver en RTVCPlay 

En ese mismo sentido, años atrás, Silva había publicado otro libro que también fue un éxito editorial, El 5-0 (2013), una crónica que, en principio, parece ser un detallado relato del delirante partido con el que la selección Colombia se clasificó al Mundial de Fútbol de1994, goleando a Selección de Fútbol de Argentina en Buenos Aires, pero que en realidad es un crudo retrato de la sociedad colombiana de los años 90, marcada por el narcotráfico, la genialidad, la violencia, la arrogancia y la fiesta.

La habilidad de Silva para captar estos matices, para dejar ver a la Colombia de nuestros tiempos, le ha ganado reconocimiento dentro y fuera del ámbito deportivo. Es seguramente por esa capacidad que ha sido tres veces ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar: por una entrevista al Joe Arroyo; por un largo perfil del Tino Asprilla y por otra entrevista a Yerry Mina, el curioso héroe de Colombia en el Mundial de Rusia 2018.

La Gastronomía, la tercera gran pasión

En los últimos 15 años, Mauricio ha añadido una nueva dimensión a su vida: la gastronomía. Aunque esta pasión puede parecer más reciente en comparación con su amor por la música y el deporte, en nuestra conversación deja claro que su interés por la comida tiene raíces profundas, vinculadas a su historia familiar (sus dos abuelas eran tremendas cocineras, y su mamá y hermanas lo siguen siendo) y a su deseo de explorar la cultura desde diferentes perspectivas. “Entendí desde joven que la cocina, popular o a manteles, es la purita cultura”, dice.


Para Silva –periodista y columnista gastronómico desde hace 20 años de Cambio, Carrusel, Don Juan y El Tiempo–, la cocina es otro vehículo estupendo para narrar historias, tal como lo ha hecho con la música y el fútbol. Cada plato, cada ingrediente, cada cocinero cuentan una historia de origen, tradición e identidad. No es solo el acto de comer lo que lo apasiona (que evidentemente sí, es un “buena muela”, título de su columna en El Tiempo), sino todo el universo que rodea a la comida: los rituales, las culturas, las geografías, las historias de las cocinas y las influencias de un país sobre otro que muchas veces convergen en un solo plato.


Durante la conversación, menciona cómo percibe paralelismos entre la música y la gastronomía: “Ambas son formas de arte que requieren un artista, tiempo, paciencia, sensibilidad y una constante apreciación por los detalles. Al igual que en la música, la gastronomía despierta recuerdos y emociones, convirtiendo una buena comida en una experiencia sensorial redonda. Una gran cena es como una gran sinfonía o como un gran álbum del rock. Queda uno completo”, dice.


Silva ha sido uno de los pocos periodistas gastronómicos colombianos, sino el único, que ha tenido la fortuna de visitar y probar el arte de los maestros de la cocina de nuestros tiempos, a quienes, por supuesto, también ha entrevistado con el mismo rigor con el que ha forjado su otra obra periodística: Joan Roca (El Celler de Can Roca); Massimo Bottura (Osteria Francescana); Ferrán Adriá (El Bulli); Virgilio Martínez (Central); Mauro Colagrecco (Mirazur); Dabiz Muñoz (Diverxo), entre otros grandes maestros “tres estrellas Michelin” que han sido retratados por su pluma.


En su recorrido culinario, Mauricio nos compartió algunos restaurantes y chefs imperdibles de Colombia –de quienes también ha reseñado en sus columnas– que deberían estar en la agenda de todo buen comensal en Colombia. Entre sus recomendaciones, en orden aleatorio, se encuentran: El Chato (de Álvaro Clavijo); LEO (Leonor Espinosa), Afluente (Jefferson García), Fervor (Víctor Guerra), Minimal (Eduardo Martínez); Domingo (Catalina Vélez, en Cali); Carmen (Carmen Ángel, en Medellín); M (Manuel Mendoza, en Barranquilla), entre otros. “Todos ellos tienen una voz propia y poderosa, por eso creo que hay que ir a probarlos”.


Silva no solo disfruta de la comida como comensal, sino que también la “ha cometido”, dice. “Cuando me fui a Londres a aprender las tres palabras que me sé en inglés, no tenía con qué pagar el más humilde de los restaurantes. Así que me lancé a cocinar que, evidentemente, era lo más barato y efectivo. Ahí entendí otra lección que es muy chévere y es el poder de darse gusto a uno mismo desde la cocina. Desde entonces cocino por lo menos dos veces a la semana”. Para él, la gastronomía es una extensión de su amor por la cultura –de su propia cultura y de otras culturas–, una forma más de conectar con las raíces de su país, su familia, su gente y las de los otros, que, dice “es lo mejor de amar la comida”.

La vida en capítulos

A lo largo de nuestra conversación, Silva regresa repetidamente a una idea central: su vida está estructurada en capítulos que llevan títulos de discos, goles y platos. Cada uno de estos elementos ha sido clave en la manera en que ha construido su identidad y ha interpretado el mundo. “Los capítulos de mi vida tienen títulos de discos. Mi vida, además, la he dividido en cada cuatro años, que es cuando sucede cada Mundial de fútbol, con eso es más fácil recordar en qué momento de mi vida estaba. También ubico, con rara exactitud, cuándo y dónde probé un plato nuevo. En otras palabras, mi trabajo ha sido, muy placenteramente, mi suertuda existencia”, afirma.

El periodista también reflexiona sobre el paso del tiempo y cómo sus pasiones han evolucionado a lo largo de los años. Aunque sigue siendo un devoto de la música clásica y el rock, admite que hoy su conexión con la salsa es más profunda que nunca: “Creo que es lo que más oigo ahora, porque me salva en los trancones, me salva en mis relaciones e incluso me salva de mí mismo”. En sus palabras, la salsa representa una parte esencial de su identidad –porque además siempre ha ido a bailarla a diferentes y curiosos locales de todo el país–, un vínculo que se ha fortalecido con los años, a medida que, dice, cada vez aprende más a venerar la calidad y genialidad de los maestros del género “Barreto, Blades, Lucca, por decir algunos, no tienen nada que envidiarle a Verdi”; todo esto sumado a las historias que hay detrás de esa música “es que ahí, en esas letras, hay crónicas brillantes”, remata.

Con todo, Mauricio Silva Guzmán (Bogotá, 2 de julio de 1968) es un tipo que ha sabido entrelazar sus pasiones para convertirlas en los ejes de su vida. Su habilidad para narrar la vida de otros a través de sus tres pasiones es, en realidad, el testimonio de su propia experiencia. Silva es un talentoso contador de historias porque su vibración con estos temas no es fingida, es auténticamente adquirida.

Hoy, como al principio, sigue explorando nuevos territorios, siempre con el mismo objetivo: descubrir historias que merecen ser contadas y darles voz, ya sea a través de una canción, un partido de fútbol o un plato de comida. Y ya está a medio camino de un nuevo libro. Su título número 11.

Encuentra a Mauricio Silva en: Instagram: @msilvaazul y X: @msilvaazul

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